Wednesday, November 3, 2010

UNA ITALIA RIDICULIZADA


Italia es un país clave en la civilización occidental. Su territorio ha sido escenario de momentos estelares en la historia de la cultura: la otrora Magna Grecia (cuna de filósofos y eruditos de la talla de Parménides de Elea y Empédocles de Agrigento) ocupó lo que hoy consideramos el sur de la península itálica. Roma, acaso el imperio más influyente en la historia universal, tuvo su corazón y mente en ese mismo espacio geográfico. En Italia fue establecida la Sede Apostólica y, por tanto, el asiento de los Papas, la cabeza visible de la Iglesia Católica. De Italia (Génova) salió el hombre cuyos esfuerzos harían posible que la humanidad tuviera, por primera vez en la historia, una idea real y completa acerca del mundo en que vivía: Cristóbal Colón (Cristoforo Colombo).

Grandes santos proceden de esta gran nación, como San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino, Santa Catalina de Siena, San Juan Bosco… En Italia nació el Renacimiento y el Barroco. De Italia vinieron Da Vinci, Miguel Angel, Bernini. En Italia están la Capilla Sixtina y la Pietà. De Italia (Toscana) vino también Maquiavelo. En Italia asumió cuerpo la idea de mancomunidad que luego evolucionaría en lo que es hoy la Unión Europea.

De Italia vienen algunos de los mejores vinos que pueden ser disfrutados por mortales. De Italia es la Ferrari, el capuccino y las marcas Armani, Gucci, Prada y Dolce & Gabbana. Un país de ensueño…

No obstante, junto con las mafias siciliana y napolitana, Italia cuenta entre sus productos con uno que ciertamente no contribuye en nada con su bien merecido buen nombre: Silvio Berlusconi, su actual Presidente del Gobierno.  Tras una historia bien documentada de interminables conflictos de interés, leyes hechas a la medida, acusaciones de corrupción y otros desmanes, ahora el Sr. Berlusconi, una de las personas más adineradas del mundo, ha sumergido a su propio país en una de las situaciones más embarazosas que los italianos han tenido que enfrentar desde los tiempos de la derrota sufrida por Mussolini en la Segunda Guerra Mundial.  

El Sr. Berlusconi, en un obvio abuso de poder y violación de los procesos legales más elementales, hizo que subalternos suyos realizaran una llamada telefónica a una comisaría de policía en Milán para evitar que se procediera legalmente contra una joven marroquí (de 17 años de edad) acusada de robo contra una tercera persona, que había tomado parte en fiestas con trasfondo sexual promovidas por el Presidente del Gobierno. Como si fuera poco, el Sr. Berlusconi ha ordenado a estos mismos subalternos justificar tal acto con una mentira tan desconcertante y diplomáticamente riesgosa como ingenua: la joven debía ser liberada porque era sobrina de Hosni Mubarak.

Hasta el momento, toda esta historia resulta perfectamente extraíble de los relatos sobre Macondo de García Márquez… con la sola diferencia de que esto no es literatura sino cruda aunque increíble realidad… ¡Pero no acaba ahí!  Para defenderse públicamente, el Sr. Berlusconi intenta justificar lo injustificable afirmando que su comportamiento resulta preferible a «ser gay» y que él sabe bien dónde podría «arreglar» a la joven del escándalo.  Estas declaraciones, por sí solas, resultan por lo menos tan comprometedoras como el hecho mismo en cuestión.  Y, como ha ocurrido en casi todos los escándalos en que el Sr. Berlusconi se ha visto envuelto, aparentemente esto constituye la punta del iceberg de una serie de hechos, que hasta ahora están siendo investigados por al menos dos grandes fiscalías italianas (la de Milán y la de Palermo), que verían involucrado al Premier italiano en una especie de red de favorecimiento y promoción de la prostitución.

Lo que sorprende y desconcierta al mismo tiempo es que la colosal gravedad de estas acciones, propias de un personaje de una historieta sarcástica, resulten hasta cierto punto reiterativas en una figura que, pese a todo su variopinto folclore, mantiene un embarazoso predominio en la maraña de la política italiana.

Y más vergonzoso resulta el hecho de que el Sr. Berlusconi frecuentemente incurre, bajo la más inaudita impunidad, en conductas no sólo desagradables sino abusivas, no pocas veces de carácter sexista y alejado del más elemental apego a las normas éticas que, en su condición de estadista, debería cumplir celosamente y promover.

La sociedad italiana se enfrenta pues a lo que sin temor a dudas puede considerarse como uno de los desafíos más decisivos en su vida institucional tras la Segunda Guerra Mundial: el zafarse de Berlusconi de una vez por todas. Sólo así será posible para esta gran nación recuperarse del ridículo internacional y de las demás lesiones ocasionadas por este estrambótico y deleznable personaje a su prestigio internacional y a su dignidad como pueblo.


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