Wednesday, September 29, 2010

EDUCAR EN EL RESPETO (y 3)



Hay que transformar la escuela! En esta lucha contra toda forma de discriminación, debemos luchar por construir una escuela que asuma como tarea principal la erradicación del modelo educativo basado en prejuicios, ya que todo  prejuicio siempre es una limitante a la libertad personal.  Y, subsiguientemente, siempre es contrario a un comportamiento genuinamente moral; pues la auténtica moralidad implica respeto absoluto a la libertad de consciencia de la persona en cuestión.  Así pues, ningún modelo educativo que irrespete este principio puede ser considerado válido, pues resulta del todo irracional y, lo que es peor, completamente irrespetuoso de la dignidad del ser humano. Por ello, la verdadera educación es desprejuiciada, es educación para la libertad y desde la libertad.  Si no es así, es falsa educación, pseudo-educación.

Educar en la libertad no es tarea fácil, porque implica poner énfasis más en el desarrollo de la capacidad de razonamiento moral que en el simple dar instrucciones sobre lo que es bueno y lo que no lo es.  Pero esta educación en la libertad es la única forma digna de educar, pues se basa en el respeto a la dignidad de la persona del educando, asumida como valor absoluto y como criterio de validación de toda acción educativa.  Así entonces, educar en la libertad y desde la libertad impide maltratar a los demás mediante conductas discriminatorias, pues éstas son conductas totalmente irracionales, que atentan contra la verdadera libertad personal y la libertad de los demás.  Educar en la libertad quiere decir educar en el amor, pues cuando respetamos la libertad de la persona y tomamos en cuenta su realidad particular, la estamos amando. Quien ama, respeta; y quien respeta se dignifica porque se hace más libre.

Eduquemos en la libertad y desde la libertad y así estaremos promoviendo un sujeto más digno, más libre… más persona.

EDUCAR EN EL RESPETO: LOS PREJUICIOS (2)

¿Qué es un prejuicio?  Un prejuicio es una idea fija, previa a toda ponderación racional y a toda acción genuinamente cognitiva, sobre el modo de actuar de frente a cualquier realidad, circunstancia o situación.   El prejuicio, por tanto, es una conducta pre-racional, o sea, un comportamiento impuesto y forzosamente asumido de forma inconsciente.  El prejuicio es un arma defensiva contra todo lo desconocido o no contemplado en el paradigma social vigente. Por tanto, el prejuicio es hijo del temor.  Y se justifica a sí mismo como antídoto contra ese miedo natural a lo desconocido.  Esta es una de las principales razones que explican el por qué de la nada indiferente longevidad de los prejuicios en el seno de las sociedades.  Y esto también explica por qué los prejuicios constituyan la base de las conductas discriminatorias: discriminamos aquello que no encaja en el molde de nuestros prejuicios, aquello a lo que tememos por desconocimiento o porque está prohibido, no por un análisis serio, libre y completamente racional.

La escuela se comporta frecuentemente como el principal canal de expansión de prejuicios en una sociedad.  Por ello, quien controla la escuela, controla la sociedad.  Una sociedad monolítica (culturalmente hablando) debe tener control absoluto sobre el modelo escolar en que se apoya.  De lo contrario, dicha visión totalitarista no puede subsistir. Por el contrario, una sociedad donde abunden escuelas inteligentes y críticas, abiertas al aprendizaje continuo y promotoras de la libertad de consciencia, será siempre una sociedad genuinamente democrática, de prolífica y sana diversidad, imposible de someter a cualquier tipo de régimen totalitario.

Saturday, September 25, 2010

EDUCAR EN EL RESPETO (1)

Nunca hablaremos demasiado acerca de la urgente necesidad de aunar esfuerzos con el propósito de erradicar de nuestro entorno planetario la deleznable presencia de toda forma de discriminación.  Máxime cuando se trata de la escuela y de todo ambiente educativo que acoja a niños, niñas y/o adolescentes.  Y es que, aparte de la familia, ninguna otra institución social resulta más influyente en la generación, fijación y perpetuación de conductas discriminatorias como la escuela. Esto se debe a que la escuela funge casi siempre como instancia justificadora y promotora por excelencia del status quo, o sea, del orden social predominante, de los patrones culturales vigentes y del sistema económico establecido. 

Por esto mismo, la escuela emerge tradicionalmente como un ente disciplinador, pues (de acuerdo con esta visión aniquilante) ella es la responsable de moldear, en modo implacable, la mente y el espíritu de las nuevas generaciones conforme al paradigma socio-económico y cultural imperante. En este sentido, la escuela actúa como principal garante del cumplimiento de las expectativas sociales con respecto a cada uno de los seres humanos a ella confiados.  No habría mayores dificultades si esta labor se realizase conforme a parámetros éticamente válidos.  Pero, ¡he ahí el problema! 

En el ejercicio de esta labor la escuela no actúa libremente ni tampoco guiada por valores morales asumidos conscientemente como fundamentos de la propia acción. La escuela simplemente tiende a duplicar y repetir, de forma acrítica y casi siempre automática, el modelo de conducta socialmente válido, para que éste sea transmitido íntegramente a los ciudadanos y ciudadanas en formación.  Dicho modelo no se discute, no se analiza, no se cuestiona: se asume… y punto.  Las características individuales no cuentan, la libertad de los sujetos tampoco.  Cuenta únicamente aquello que se ha de enseñar y que los alumnos deben aprender para poder subsistir: los prejuicios. Ya hablaremos de esto más adelante.