Wednesday, October 13, 2010

TECNOLOGIAS DE LA MUERTE


Un jovencito de apenas 18 años de edad, violinista virtuoso, no habiendo concluido aún la segunda semana de su primer año de estudios universitarios en Rutgers (New Jersey) decide poner fin a su vida encomendándosela a las oscuras aguas del Hudson la noche del 22 de septiembre de 2010. Se lanza del George Washington Bridge no sin antes musitar, on-line, un testimonio tan lapidario como escalofriante: «Jumping off the gw bridge sorry» («saltando del puente gw…lo siento»). Su nombre, Tyler Clementi.

Era un joven lleno de vida, tímido, como casi todos los chicos de esa edad dotados de extraordinarios talentos artísticos, incapaz de hacer daño a nadie, pero, precisamente por ello, expuesto a caer víctima, en cualquier momento, del gélido sadismo de un mundo insano. Dos de sus condiscípulos de la universidad (entre ellos su propio compañero de habitación), actuando como hienas cobardes, deciden transmitir en vivo, on-line, un encuentro íntimo suyo con otro joven de su mismo sexo, empleando una cámara digital secretamente activada.  En fracciones de segundo, su intimidad más celosamente protegida está expuesta a la morbosidad universal…gracias a la magia del internet. Tyler no soporta la vergüenza ni el bochorno…y decide acabar de una vez, ásperamente, con todo. La familia de Tyler no atina a dar crédito a sus oídos ni a sus ojos… y no obstante recibir numerosas muestras de solidaridad y la asistencia espiritual de un sacerdote… no alcanzan a entender cómo pudo ocurrir una desgracia de semejante magnitud…y es que ni siquiera sabían acerca de la orientación sexual de su hijo.  ¡Dios tenga a este jovencito ahora rodeado de todo el amor y la paz que tanto se merece!

Sin embargo, su muerte no debe haber ocurrido en vano. Es ésta una tragedia de la que mucho se puede aprender. En primer lugar, contiene una inmejorable lección acerca del poder siniestro de los modernos medios digitales (en particular los video-chats, Facebook y demás artilugios) en las equivocadas manos de gente moralmente pigmea; sobre todo si se trata de jóvenes. En segundo lugar, nos invita a reflexionar acerca del tipo de ser humano que se está formando en una sociedad dominada por tecnologías que pretenden convertir cualquier contenido (incluyendo el relativo a valores morales) en simples “datos”…fríos y manipulables a conveniencia.  ¿No será acaso que la era digital se estará revelando ahora como tecnología de la muerte?  En tercer lugar, y no menos importante, esta historia contiene una tremenda llamada, un grito, dirigido a todas las familias (y especialmente a los padres) acerca de la urgencia de conocer y valorar las personas de quienes constituyen la familia…que sigue siendo, hoy por hoy, el último refugio al cual acudir cuando hay que protegerse de la crueldad de un mundo inhóspito.

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